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Sin embargo, la verdad es que si bien es cierto que ningún pibe nace chorro, no es menos cierto que ningún pibe nace socialmente responsable. Y si lo pensamos un poco, hay que decir que todo pibe nace más cerca del chorro que del sujeto políticamente socializado o del ciudadano. Todos nosotros. Usted, yo, su nene, los míos, todos nacemos más cerca del chorro. Porque, digámoslo así: chorro es quien usa vías cortas y rápidas para conseguir lo que quiere sin que importen las consecuencias dañinas que su acto pueda tener. Chorro es quien no puede interponer una estructura de responsabilidad capaz de diferir o suspender su apetito, su avidez, su ansiedad. O porque carece de esa estructura, o porque su adicción o su fetichismo es más fuerte que la capacidad de la estructura de contenerlo, o porque la suspende deliberadamente. Así, se lanza como un bebé enorme sobre lo que quiere, sin medir las consecuencias, tirando y rompiendo todo a su paso. Y lo que él quiere es siempre concreto y parcial: ropa, comida, la dosis siguiente —y, por cierto, el gran fetiche final: dinero.
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La educación, entendida como socialización, es aprender a pensar la vida y la experiencia, a entender los propios límites, a entender la existencia y la importancia del otro, a entender cuestiones complejas como lo irreparable de la muerte o del daño. Esa es una faena que le cabe a los padres, y al abuelito, y al señor que habla en la tele, y al Presidente, y a la maestra y al conjunto de personas que componen el mundo de ese angelito que será, si no intervenimos del modo adecuado, un pibe chorro.
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Sandino Nuñez. Los pibes chorros
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