Dumas Oroño
...
"Una
tarde fuimos a dibujar una casa en el Prado; éramos unos seis o siete
alumnos “de los sábados de tarde”. Yo me sentía desconforme porque no me
inquietaba para nada el dibujo del natural, pero hice mi dibujo a lápiz
de la casa rodeada de árboles. Al momento de la recorrida de Dumas
mirando los trabajos de cada uno, llegando al mío, me dijo: “-Ah, pero
vos optaste por dibujar la casa; en realidad la idea es tomar la casa y
los árboles como pretexto para decodificar una escena en la luz”. Acto
seguido, garabateando en un papel, me dijo: “¿Ves? Acá hay una sombra de
aquel alero que se junta con esa otra de la copa del árbol y conforman
una mancha con una forma, que es fugaz, dura mientras la luz la dibuja;
luego tenés otra forma menos oscura que abarca el techo, otras copas de
árbol y un pedazo de ventana; y así sigue la cosa, como una máquina en
que las piezas se ensamblan”. Vi bocetos de otros; seguían esa línea de
construcción. En las manchas con diferentes grados de sombra aparecían
unas líneas apenas, que aludían a la construcción y al follaje; anotaban
datos de colores al lado de los bocetos. Una vez en el taller,
acuarelaban en base a sus anotaciones; cada trabajo lograba trasmitir
aquella escena. Mi dibujo, en cambio, tenía la dureza de la copia, la
ausencia de datos de la luz y el exceso de información de detalles. En
los bocetos de mis colegas había síntesis, sensibilidad, inteligencia,
arte. Comprendí que las naturalezas muertas que solían estar allí a
disposición de quienes quisieran encararlas, se abordaban de igual
manera. No había manzanas, ni limones, ni vasijas: había maneras de ser y
estar un rojo, un amarillo, un azul, según la luz, su intensidad y
dirección. Había un juego interno en cada escena que proponía olvidarse
de los cacharros y las frutas para traducir la danza cromática, de
valores y ritmos de los trazos.
Unos
días más tarde, yo viajaba en ómnibus y de pronto me di cuenta que
estaba observando la calle con esa nueva mirada. Había un mundo
diferente, menos contracturado, dinámico y lúdico debajo del que había
estado viendo siempre. A partir de entonces, hasta las noticias de los
diarios empecé a leerlas con otro criterio. Ese cambio radical en la
manera de percibir me marcó un camino que llega hasta hoy; no ocurrió
desde la erudición, sino desde la guía y la experiencia directa..."
Marcos Ibarra
La cultura resistente:el Taller Oroño
http://vadenuevo.com.uy/index.php/the-news/3313-77vadenuevo08
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