A fines de los 60, ávidos por leer nos
castigábamos con lo que cayera en nuestras manos. Entre ellas novelas de cowboys
escritas por un tal Marcial Lafuente Estefanía. Las novelas no dejaron huella en
la memoria, pero sí quedó el nombre del escritor. Hoy me encuentro con esta
crónica sobre su vida, mucho más interesante y jugada que la de los personajes
de sus novelas:
"Marcial Lafuente Estefanía, venido al
mundo en Toledo en 1903, con un padre que fue magistrado del Tribunal Supremo,
era un señor con una inmensa cultura, especialista en el Siglo de Oro español.
No sabía que era ingeniero, que había trabajado en África y que había recorrido
el sur fronterizo de los Estados Unidos durante tres años. Tampoco sabía que al
estallar la guerra en España corrió a defender la II República, llegando a
general de artillería del Ejército Popular en el frente de Toledo.
Al terminar la guerra decidió
quedarse. No había hecho nada malo. Lo trincaron, claro. Un oficial fascista
decidió fusilar al grupo de prisioneros en el que se encontraba Marcial, así,
para pasar la tarde, que para qué matar el rato pudiendo matar rojos. Contaba
Marcial que estando ya en el paredón posando para la muerte, apareció una
prostituta de guerra y se llevó al catre al oficial. Se salvaron. Nunca pudo
darle las gracias a aquella mujer que seguramente sigue viva en tantas chicas
de saloon.
Acabó en el penal de Ocaña y allí
empezó a escribir con un lápiz en los rollos de papel higiénico. Al salir de la
cárcel, represaliado, expulsado de su trabajo, mandó los textos a una editorial
y le pidieron más material, cosas de pistoleros, no los falangistas, los del
lejano Oeste.
La vida en Madrid se estaba poniendo
muy difícil y se marchó a Galicia, primero a Ferrol y luego a Vigo, ciudad en
la que conocerá al librero Eugenio Barrientos, fundador de la editorial Cíes,
que le propone publicar regularmente novelas policíacas, de amor y, como no,
del Oeste. Marcial Lafuente Estefanía empieza su estajanovista carrera
literaria, acabando en nómina de la todopoderosa editorial Bruguera, barco
negrero refugio de republicanos represaliados. En este país siempre hubo tendencia
a mandar al talento a galeras.
Lafuente Estefanía acabará publicando
más de 2.500 novelas, una por semana, en una cadena de producción familiar que
acabará incluyendo a sus dos hijos y un nieto. Nunca tuvo el más mínimo
reconocimiento literario, le bastó con un avasallador éxito popular en una
España de clases populares humilladas. Siguió el consejo que le diera Jardiel,
'escribe para que la gente se divierta', algo que tan bien nos explicó Preston
Sturges en la maravillosa Los viajes de Sullivan.
No sólo de poesía social vive el
apaleado y cualquier evasión es buena cuando tu país es una cárcel. Y ahí
estaba Lafuente Estefanía, ajustando cuentas con hacendados y cuatreros,
saqueadores al fin y al cabo, desde aquellos puñados de cuartillas de papel barato.
Bang, bang, habló el winchester mientras el banquero mordía el polvo." Sendo Ferrer
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