lunes, 27 de mayo de 2013

Pescando en el veril (haciendo lo correcto en el momento justo)




Fines de los ´60 o principios de los ´70. Papá andaba de pesca en la Unitaria I con compañeros de trabajo. En un día luminoso pescaban anclados cerca del veril del canal de ingreso al Puerto de Montevideo. El veril es la zona donde comienza más o menos bruscamente a profundizarse el canal. Algo así como los bordes.



Les llamó la atención la velocidad a la que navegaba un carguero saliendo de Puerto, con más máquina de lo habitual. Pronto vieron el rizo que se formaba a todo lo largo del casco, que, a medida que se acercaba se iba transformando en un gran ola beneficiada por la profundidad del canal y el empuje del barco.



Papá calculó en fracciones de segundo lo que pasaría con la chalana anclada y con varios adultos pesados a bordo. Como siempre sucede cuando se ancla, la marea arrastra al bote tensando la cadena del ancla. Cuando la gran ola llegara, la chalana, como todo corcho que flota subiría por la ladera. Pero la cadena tensa lo impediría, sumergiendo la proa en la ola y el bote sería arrasado por ella…



También había que contar con que alguno de los tripulantes inexpertos reaccionara parándose y desequilibrando la embarcación.



Sin dudar un segundo papá tomó la maza que utilizaban para disminuir la agonía de los pescados y pegó con fuerza en uno de los bancos:



-Al que se levante le doy con esto, y acto seguido, dirigiéndose al que estaba a proa:



-Muniz, por favor recoja cabo del ancla, y cuando la ola nos levante, vaya dándole cadena, así no se hunde la proa.



Así lo hizo el interpelado en medio del estruendoso silencio y, cuando la pared marrón llegó hasta la chalana, con serenidad le fue dando cadena, como si el bote fuera una cometa. Luego de interminables segundos cuesta arriba, la proa temblando cada vez que Muniz cedía cadena, casi hundida en la ola, llegaron arriba con sonoros suspiros. Para ver con espanto que las olas eran dos y el bote ya descendía hacia la segunda, mientras se abría un espacio entre ellas dejando a la vista el fondo de la bahía.



Para cuando llegaron abajo ya el agua había cubierto el fondo. Sólo restaba esperar que el bote, calzado entre las dos olas que amenazaban entrar por popa y proa pudiera trepar la segunda cuesta. Así lo hizo, siempre con el agua contra la borda.  



Nunca supe qué pasó al alejarse la segunda ola ni si continuaron pescando, pero, conociendo a papá seguramente convenció a todos que no habían pescado lo suficiente…




1964? 1965? 
En las fotos aparecen Adriana, Mary, Anibal, yo y los "socios" del abuelo 
Manolo en la Unitaria I: Cardozo, el Colorado y Muniz.
No había árboles en la vereda, recién los plantamos en 1973 durante la 
Huelga General posterior al Golpe de Estado.

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