lunes, 9 de noviembre de 2015

La aspiración del gusano...


Dumas Oroño
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"Una tarde fuimos a dibujar una casa en el Prado; éramos unos seis o siete alumnos “de los sábados de tarde”. Yo me sentía desconforme porque no me inquietaba para nada el dibujo del natural, pero hice mi dibujo a lápiz de la casa rodeada de árboles. Al momento de la recorrida de Dumas mirando los trabajos de cada uno, llegando al mío, me dijo: “-Ah, pero vos optaste por dibujar la casa; en realidad la idea es tomar la casa y los árboles como pretexto para decodificar una escena en la luz”. Acto seguido, garabateando en un papel, me dijo: “¿Ves? Acá hay una sombra de aquel alero que se junta con esa otra de la copa del árbol y conforman una mancha con una forma, que es fugaz, dura mientras la luz la dibuja; luego tenés otra forma menos oscura que abarca el techo, otras copas de árbol y un pedazo de ventana; y así sigue la cosa, como una máquina en que las piezas se ensamblan”.  Vi bocetos de otros; seguían esa línea de construcción. En las manchas con diferentes grados de sombra aparecían unas líneas apenas, que aludían a la construcción y al follaje; anotaban datos de colores al lado de los bocetos. Una vez en el taller, acuarelaban en base a sus anotaciones; cada trabajo lograba trasmitir aquella escena. Mi dibujo, en cambio, tenía la dureza de la copia, la ausencia de datos de la luz y el exceso de información de detalles. En los bocetos de mis colegas había síntesis, sensibilidad, inteligencia, arte. Comprendí que las naturalezas muertas que solían estar allí a disposición de quienes quisieran encararlas, se abordaban de igual manera. No había manzanas, ni limones, ni vasijas: había maneras de ser y estar un rojo, un amarillo, un azul, según la luz, su intensidad y dirección. Había un juego interno en cada escena que proponía olvidarse de los cacharros y las frutas para traducir la danza cromática, de valores y ritmos de los trazos.
Unos días más tarde, yo viajaba en ómnibus y de pronto me di cuenta que estaba observando la calle con esa nueva mirada. Había un mundo diferente, menos contracturado, dinámico y lúdico debajo del que había estado viendo siempre. A partir de entonces, hasta las noticias de los diarios empecé a leerlas con otro criterio. Ese cambio radical en la manera de percibir me marcó un camino que llega hasta hoy; no ocurrió desde la erudición, sino desde la guía y la experiencia directa..."
Marcos Ibarra
La cultura resistente:el Taller Oroño
http://vadenuevo.com.uy/index.php/the-news/3313-77vadenuevo08 
 

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