Florianópolis había sido un objetivo largamente perseguido.
Cuando se dieron las condiciones, allá por 1988, alquilamos una casa en el centro de la ciudad para, desde allí, buscar una casa en Barra da Lagoa, lugar de peregrinación obligatoria de los uruguayos.
El clima no auguraba nada bueno, había llovido todo enero y seguía en febrero, cuando llegamos a la isla.
Al día siguiente, bajo lluvia, salimos con Marina hacia Barra da Lagoa, a buscar la casa para pasar las vacaciones.
Lo que vimos no nos gustó y, completamente desanimados rumbeamos hacia la terminal de buses para volver a la ciudad.
Pisando la terminal nos encontramos con amigos uruguayos a los que contamos nuestro fracaso. Nos recomendaron que cruzáramos el puente colgante y preguntáramos, sabían que allí había casas para alquilar.
Cruzar el puente marcó el final de las desventuras.
Apareció Carlinho con su casa, holgada para nosotros, alta, frente al mar, pidiendo la cuarta parte de lo que estábamos pagando por la casa en el centro. Acordamos rápidamente y volvimos al centro a buscar al resto de la familia. Locos de la vida. Con ese alquiler ahorrábamos y podíamos quedarnos más días…
Cuando llegamos todos para instalarnos ya no llovía.
Si bien rediscutimos el precio del alquiler porque Carlinho se había equivocado hicimos un buen negocio en todos los sentidos. A la mañana siguiente, temprano, con el sol brillando golpeó la puerta Carlinho para invitarnos a dar una vuelta por el océano (tenía un bote!!).
De allí en más salíamos casi todos los días a navegar, pesca
todo el día en las Islas de las Aranhas, a bucear, recorrimos la laguna con sus
cataratas y nos integramos a su familia, con Gracinha y sus cinco hijos, todos
adoptados, con otra familia vecina con quienes compartimos innumerables
mejillones y cervezas.
Todo gracias a un encuentro casual en la terminal …
1 comentario:
ue divino!!! subí alguna fotito que hace tiempo no veo ninguna...
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