El viejo rally africano Paris-Dakar, ahora americano y mutado en Dakar a secas, descansa hoy en Arica, extremo norte de Chile.
La mención de la ciudad me trajo gratos recuerdos.
Marina, Lu y yo llegamos a Arica luego de treinta horas de viaje en bus, atravesando el desierto de Atacama e interminables cadenas de montañas marrones.
La ciudad y el paisaje circundante parecen creados por García Márquez pero, a diferencia de Macondo casi nunca llueve.
A pesar de estar a orillas del Océano Pacífico.
Esta intemperie seca impone cambios a la arquitectura tradicional, los techos sólo protegen del sol y no necesitan estar inclinados, no habrá agua que dirigir hacia tierra.
De todas maneras lleva su tiempo acostumbrarse a la idea de que la lluvia es anecdótica y que, por eso las casas tienen muchas veces los electrodomésticos al aire libre.
Allí comenzamos a ver uno de los mil usos de los troncos de los cactus, desde puertas a palos de agua para hacer música.
2 comentarios:
Es la antítesis de lo creado por García Márquez, si son 100 años de soledad por la cantidad de imágenes casi exageradas como son la tumbas a los costados de la ruta, pero en oposición en esta ciudad lo fantástico es como los ciudadnos anhelan ver la lluvia.
No se si fue lo largo del viaje o la diferencia de esos paisajes a nuestro país lo que hace que lo recordemos tan nitidamente luego de tantos años.
Publicar un comentario