viernes, 29 de junio de 2012
Festejando el dia del abuelo en Arroz con Leche
Ema espero a Totó y al Tata (Tití y Tata Carlos están de viaje) con el dibujo de un gato y un perro en sendas bolsitas. Dentro de ellas formitas de colores.
Todo el interior del jardin con una escenografía vintage ´60, con fotos de los homenajeados en sus años mozos, afiches con Angela Davies, simbolos de la paz, etc. En algunos casos -hay abuelos viejitos- con afiches de peliculas viejazas, con Clark Gable y Marilin, por ejemplo!!
Bailamos con música de época mientras los niños miraban ausentes en su mayoría.
jueves, 28 de junio de 2012
lunes, 25 de junio de 2012
Delantal, gorro y ravioles
Hace como un mes le regalé a Ema un delantal y un gorro haciendo juego y quedamos que lo ibamos a estrenar amasando ravioles. Con relleno verde, a pedido de Ema.
Por distintas razones pasaron algunos fines de semana que no pudimos concretar el encuentro en la cocina de casa.
Nadie pudo ver cómo le quedaban a Ema el gorro y el delantal porque sólo se lo iba a poner cuando llegara el momento de hacer los ravioles. Varios insistimos sin suerte:
- "son para hacer los ravioles", decía Ema
Ayer sí nos encontramos para amasar, lista la salsa de tomate y el relleno de espinaca, ricota, parmesano y nuez moscada desde la noche anterior.
Como si estuviera acostumbrada permitió que le atara el delantal -obviamente enorme- y le calzara el gorro.
De allí en más amasó con el palote, giró la manivela de la amasadora, rellenó ravioles, quitó el aire y el sobrante de masa, espolvoreó harina y se mantuvo muy atenta a todo el proceso.
miércoles, 13 de junio de 2012
Messi es un perro
Messi es un perro
▣ Hernan Casciari, lunes 11 de junio, 2012
Escribí
esto hace dos o tres meses. Pero bien podía haberlo escrito el sábado a la
noche, después del cuatro a tres contra Brasil. Esta reflexión apareció en las
páginas 128 y 129 de la revista Orsai número seis y, desde que se
publicó, me moría de ganas de ponerla en el blog, de contrabando. Solamente
esperaba el momento oportuno para que cada palabra tuviera, otra vez, el apoyo
de lo inmediato. Y hoy es buen momento. Me reafirmo, entonces, en la teoría del
hombre perro.
El
texto empezaba así:
La
respuesta rápida es por mi hija, por mi esposa, porque tengo una familia
catalana. Pero si me preguntan en serio por qué sigo acá, en Barcelona, en
estas épocas horribles y aburridas, es porque estoy a cuarenta minutos en tren
del mejor fútbol de la historia.
Quiero
decir: si mi esposa y mi hija decidieran irse a vivir a Argentina ahora mismo,
yo me divorciaría y me quedaría acá por lo menos hasta la final de la
Champions. Y es que nunca se vio algo parecido adentro de una cancha de fútbol,
en ninguna época, y es muy posible que no ocurra más.
Es
verdad, estoy escribiendo en caliente. Redacto esto la misma semana en que
Messi hizo tres para Argentina, cinco para el Barça en Champions y dos para el
Barça en Liga. Diez goles en tres partidos de tres competiciones diferentes.
La
prensa catalana no habla de otra cosa. Durante un rato, la crisis económica no
es el tema de inicio en los noticieros. Internet explota. Y en medio de todo
esto a mí me acaba de pasar por la cabeza una teoría extraña, muy difícil de
explicar. Justamente por eso intentaré escribirla, a ver si termino de darle
vuelo.
Todo
empezó esta mañana: estoy mirando sin parar goles de Messi en Youtube, lo hago
con culpa porque estoy en mitad del cierre de la revista número seis. No
debería estar haciendo esto.
De
casualidad hago clic en una compilación de fragmentos que no había visto antes.
Pienso que es un video más de miles, pero enseguida veo que no. No son goles de
Messi, ni sus mejores jugadas, ni sus asistencias. Es un compilado extraño: el
video muestra cientos de imágenes —de dos a tres segundos cada una— en las que
Messi recibe faltas muy fuertes y no se cae.
No
se tira ni se queja. No busca con astucia el tiro libre directo ni el penal. En
cada fotograma, él sigue con los ojos en la pelota mientras encuentra
equilibrio. Hace esfuerzos inhumanos para que aquello que le hicieron no sea
falta, ni sea tampoco amarilla para el defensor contrario.
Son
muchísimos pedacitos de patadas feroces, de obstrucciones, de pisotones y
trampas, de zancadillas y agarrones traicioneros; nunca las había visto a todas
juntas. Él va con la pelota y recibe un guadañazo en la tibia, pero sigue. Le
pegan en los talones: trastabilla y sigue. Lo agarran de la camiseta: se
revuelve, zafa, y sigue.
Me
quedé, de repente, atónito, porque algo me resultaba familiar en esas imágenes.
Puse cada fragmento en cámara lenta y entendí que los ojos de Messi están
siempre concentrados en la pelota, pero no en el fútbol ni en el contexto.
El
fútbol actual tiene una reglamentación muy clara por la que, muchas veces, caer
al suelo es asegurar un penal, o conseguir que se amoneste al zaguero contrario
es propicio para futuros contragolpes. En estos fragmentos, Messi parece no
entender nada sobre el fútbol ni sobre la oportunidad.
Se
lo ve como en trance, hipnotizado; solamente desea la pelota dentro del arco
contrario, no le importa el deporte ni el resultado ni la legislación. Hay que
mirarle bien los ojos para comprender esto: los pone estrábicos, como si le
costara leer un subtítulo; enfoca el balón y no lo pierde de vista ni aunque lo
apuñalen.
¿Dónde
había visto yo esa mirada antes? ¿En quién? Me resultaba conocido ese gesto de
introspección desmedida. Dejé el video en pausa. Hice zoom en sus ojos. Y
entonces lo recordé: eran los ojos de Totín cuando perdía la razón por la
esponja.
Yo
tenía un perro en la infancia que se llamaba Totín. Nada lo conmovía. No era un
perro inteligente. Entraban ladrones y él los miraba llevarse el televisor.
Sonaba el timbre y no parecía oírlo. Yo vomitaba y él no venía a lamer.
Sin
embargo, cuando alguien (mi madre, mi hermana, yo mismo) agarraba una esponja
—una determinada esponja amarilla de lavar los platos— Totín enloquecía. Quería
esa esponja más que nada en el mundo, moría por llevarse ese rectángulo
amarillo a la cucha. Yo se la mostraba en mi mano derecha y él la enfocaba. Yo
la movía de un lado a otro y él nunca dejaba de mirarla. No podía dejar de mirarla.
No
importaba a qué velocidad moviera yo la esponja: el cogote de Totín se
trasladaba idéntico por el aire. Sus ojos se volvían japoneses, atentos,
intelectuales. Como los ojos de Messi, que dejan de ser los de un
preadolescente atolondrado y, por una fracción de segundo, se convierten en la
mirada escrutadora de Sherlock Holmes.
Descubrí
esta tarde, mirando ese video, que Messi es un perro. O un hombre perro. Esa es
mi teoría, lamento que hayan llegado hasta acá con mejores expectativas. Messi
es el primer perro que juega al fútbol.
Tiene
mucho sentido que no comprenda las reglas. Los perros no fingen zancadillas
cuando ven venir un Citroën, no se quejan con el árbitro cuando se les escapa
un gato por la medianera, no buscan que le saquen doble amarilla al sodero. En
los inicios del fútbol los humanos también eran así. Iban detrás de la pelota y
nada más: no existían las tarjetas de colores, ni la posición adelantada, ni la
suspensión después de cinco amarillas, ni los goles de visitante valían doble.
Antes se jugaba como juegan Messi y Totín. Después el fútbol se volvió muy
raro.
Ahora
mismo, en este tiempo, a todo el mundo parece interesarle más la burocracia del
deporte, sus leyes. Después de un partido importante, se habla una semana
entera de legislación.
¿Se
hizo amonestar Juan exprofeso para saltarse el siguiente partido y jugar el
clásico? ¿Fingió realmente Pedro la falta dentro del área? ¿Dejarán jugar a
Pancho acogiéndose a la cláusula 208 que indica que Ernesto está jugando el
Sub-17? ¿El técnico local mandó a regar demasiado el césped para que los
visitantes patinen y se rompan el cráneo? ¿Desaparecieron los recogepelotas
cuando el partido se puso dos a uno, y volvieron a aparecer cuando se puso dos
a dos? ¿Apelará el club la doble amarilla de Paco en el Tribunal Deportivo?
¿Descontó correctamente el árbitro los minutos que perdió Ricardo por protestar la sanción que recibió Ignacio a causa de la pérdida de tiempo de Luis al hacer el lateral?
¿Descontó correctamente el árbitro los minutos que perdió Ricardo por protestar la sanción que recibió Ignacio a causa de la pérdida de tiempo de Luis al hacer el lateral?
No
señor. Los perros no escuchan la radio, no leen la prensa deportiva, no
entienden si un partido es amistoso e intrascendente o una final de copa. Los
perros quieren llevarse siempre la esponja a la cucha, aunque estén muertos de
sueño o los estén matando las garrapatas.
Messi
es un perro. Bate records de otras épocas porque solo hasta los años cincuenta
jugaron al fútbol los hombres perro. Después la FIFA nos invitó a todos a
hablar de leyes y de artículos, y nos olvidamos que lo importante era la
esponja.
Y
entonces un día aparece un chico enfermo. Como en su día un mono enfermo se
mantuvo erguido y empezó la historia del hombre. Esta vez ha sido un chico
rosarino con capacidades diferentes. Inhabilitado para decir dos frases
seguidas, visiblemente antisocial, incapaz de casi todo lo relacionado con la
picaresca humana. Pero con un talento asombroso para mantener en su poder algo
redondo e inflado y llevarlo hasta un tejido de red al final de una llanura
verde.
Si
lo dejaran, no haría otra cosa. Llevar esa esfera blanca a los tres palos todo
el tiempo, como Sísifo. Una y otra vez. Guardiola dijo, después de los cinco
goles en un solo partido:
—El
día que él quiera hará seis.
No
fue un elogio, fue la expresión objetiva del síntoma. Lionel Messi es un
enfermo. Es una enfermedad rara que me emociona, porque yo amaba a Totín y
ahora él es el último hombre perro. Y es por constatar en detalle esa
enfermedad, por verla evolucionar cada sábado, que sigo en Barcelona aunque
prefiera vivir en otra parte.
Cada
vez que subo las escaleras internas del Camp Nou y de pronto veo el fulgor del
pasto iluminado, en ese momento que siempre nos recuerda a la infancia, digo lo
mismo para mis adentros: hay que tener mucha suerte, Jorge, para que te guste
mucho un deporte y te toque ser contemporáneo de su mejor versión, y,
trascartón, que la cancha te quede tan cerca.
Disfruto
esta doble fortuna. La atesoro, tengo nostalgia del presente cada vez que juega
Messi. Soy hincha fanático de este lugar en el mundo y de este tiempo
histórico. Porque, me parece a mí, en el Juicio Final estaremos todos los
humanos que han sido y seremos, y se formará un corro para hablar de fútbol, y
uno dirá: yo estudié en Amsterdam en el 73, otro dirá: yo era arquitecto en São
Paulo en el 62, y otro: yo ya era adolescente en Nápoles en el 87, y mi padre
dirá: yo viajé a Montevideo en el 67, y uno más atrás: yo escuché el silencio
del Maracaná en el 50.
Todos
contarán sus batallas con orgullo hasta altas horas. Y cuando ya no quede nadie
por hablar, me pondré de pie y diré despacio: yo vivía en Barcelona en los
tiempos del hombre perro. Y no volará una mosca. Se hará silencio. Todos los
demás bajarán la cabeza. Y aparecerá Dios, vestido de Juicio Final, y
señalándome dirá: tú, el gordito, estás salvado. Todos los demás, a las duchas.
http://editorialorsai.com/blog/post/messi_es_un_perro
martes, 12 de junio de 2012
La increíble acumulación de información personal en un solo país
La increíble acumulación de información personal en un solo país
Sus seguros servidores
Los gigantes de Internet concentran datos planetarios dentro de Estados Unidos a una velocidad asombrosa. Y, mientras tanto, la National Security Agency construye un gran backup mundial.
Por Mariano Blejman
Súbanlo todo que nosotros se lo guardamos, parecen decir las
sugerentes marquesinas virtuales alrededor del planeta: Google, Facebook,
Amazon, RedHat, Ubuntu, DropBox, GrooveShark (podría seguir) ofrecen servicios
de almacenamiento en “la nube”, ese espacio que queda en algún lejano lugar
llamado Internet. Curiosa la climatología virtual que se las ha arreglado para
llevar las nubes siempre para el mismo lado: la estructura de la información
que están montando los gigantes de la red va a ser más grande que la de
cualquier Estado y va a estar guardada (¿dónde si no?) en Estados Unidos o al
menos controlados desde allí. ¡Aleluya! Estamos salvados: los datos están bien
guardados en el país de la libertad.
Google, Facebook, Apple y Amazon, los
grandes jugadores de la nube, están construyendo inmensos centros de datos en
las zonas áridas y, lo que es todavía más simpático, la NSA (National Security
Agency, agencia de espionaje desde Estados Unidos hacia afuera) también está
guardándolo todo en el backup más ambicioso del planeta.
Umberto Eco decía que las sociedades han avanzado sobre la base de perder
montañas de información de una generación a otra. Esta vez, Internet podría
permitir viajar al pasado con un nivel de precisión espantosa. Facebook tiene
apenas ocho años y anda a los tumbos en la Bolsa de Nueva York, pero más allá
de la cuestión coyuntural es una máquina de guardar datos, fotos, videos,
mensajes y conexiones. ¿Hasta cuándo? ¿Dónde? “El tema de infraestructura va a
ser nuestro mayor desafío”, dijo Mark Zuckerberg –su creador– cuando anunció su
salida a la Bolsa. Imagínese el lector una línea de tiempo (esa función que
estrenó hace un tiempo en Facebook) que llegue cien años para atrás. El lector
dirá que seguramente Facebook no va a existir dentro de cien años, pero el
asunto es que los datos van a quedar bien guardados no importa la empresa que
los muestre, incluso aunque usted piense que los ha borrado para siempre.
Los gigantes sociales guardan celosamente la información sobre los lugares,
la cantidad de servidores que tienen, los tipos de hardware que compran y toda
aquella información que pudiera afectar a su negocio y por lo tanto su
credibilidad. Eso era así hasta que Facebook decidió abrir su información de
infraestructura: ha elegido Prineville, una ciudad de Oregon, para instalar uno
de sus nuevos inmensos centros de datos, algo así como el corazón de nuestra
memoria. ¿Y por qué eligieron Prineville? Ese recóndito pueblo de Oregon es
algo así como el Tíbet de América del Norte, seco, con sol pero fresco, alejado
de la humanidad para salvarla.
Mientras Facebook –una empresa cerrada, que exige usuario y clave a sus
usuarios para ingresar– está dispuesto a mostrar sus centros de datos, Google
–que ha hecho culto de lo abierto– esconde información sobre cómo, cuándo y
dónde guarda los datos de miles de millones de personas. La organización de los
centros de datos en Google es secreto de Estado, incluso la compañía es
conocida por mantener los servidores en cajas completamente negras para evitar
ser vistas. Por su parte, Microsoft ha realizado un camino intermedio: si bien
no ha abierto todos sus datos ha publicado información relevante sobre la
organización de los centros de datos. Parece que Oregon se ha puesto de moda,
también Apple construye un gran centro de datos en el desierto de Prineville “similar”
al que se encuentra a unos pocos kilómetros, en el mundo de Facebook. La
increíble nube de Amazon –que además de funcionar para la empresa de libros
ofrece un fantástico servicio de virtualización de servidores– es todavía más
oculta que la de Google: nadie sabe exactamente el tamaño de sus servidores ni
el diseño de su infraestructura. Ni siquiera dónde compra el hardware.
Pero si hay una “empresa” dispuesta a guardarlo todo, y también lo hace en
Estados Unidos, ésa es la National Security Agency, que construye en Utah un
centro de datos que pretende interceptar, descifrar, analizar y guardar vastos
volúmenes de datos de todos los cables submarinos y satélites posibles locales,
nacionales e internacionales. Según publicó la revista Wired, el centro de
guardados estará “operativo” en septiembre de 2013 y promete ser el backup más
intrusivo de la historia de Internet. ¿Qué van a guardar? Todo: llamadas
telefónicas, correos privados, recibos de estacionamientos, itinerarios de
estacionamientos, compras de libros, cualquier cosa que esté en Internet. O
sea, cualquier cosa.
Según describe la Wired, el centro de Utah es el sueño borgeano del Aleph
hecho realidad: la historia universal vista desde todos los puntos de vista en
un solo lugar. Cabe decir que la diferencia entre el panóptico de Michel
Foucault –la idea de que el control se efectúa sobre la presunción de que
alguien podía ser mirado– es un tanto diferente aquí: el control se efectúa
sobre la certeza de que todo está siendo guardado. Es la concreción de un viejo
proyecto de George W. “Orwell” Bush que en 2003 se detuvo por presión pública,
y que no se contenta con guardar cualquier tipo de información sino con quebrar
cualquier tipo de código. La NSA tiene la habilidad de romper sistemas de
encriptación usados no sólo por el gobierno alrededor del mundo sino también en
cualquier computadora personal. Cualquier persona que pueda comunicarse es un
objetivo: corre el riesgo de ser taggeada*.
tomado de Página 12
* Etiquetadalunes, 11 de junio de 2012
viernes, 8 de junio de 2012
Y Carla se queja porque le pego!
“A. Te encargarás de que:
- mi ropa esté en orden,
- que se me sirvan tres comidas regulares al día en mi habitación,
- que mi dormitorio y mi estudio estén siempre en orden y que mi escritorio no sea tocado por nadie, excepto yo.
B. Renunciarás a tus
relaciones personales conmigo, excepto cuando éstas se requieran por apariencias
sociales. En especial no solicitarás que:
- me siente junto a ti en casa,
- que salga o viaje contigo.
C. Prometerás explícitamente
observar los siguientes puntos cuanto estés en contacto conmigo:
- no deberás esperar ninguna muestra de afecto mía ni me reprocharás por ello,
- deberás responder de inmediato cuando te hable,
- deberás abandonar de inmediato el dormitorio o el estudio y sin protestar cuanto te lo diga.
D. Prometerás no
denigrarme a los ojos de los niños, ya sea de palabra o de hecho.”
"Reglas de Conducta" impuestas por escrito por Einstein a su esposa Mileva Maric
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