viernes, 28 de enero de 2011

El hornito de la fundición


Empecé a trabajar en Cooptrol el 7 de junio de 1976. En el taller de electricidad a la espera que se generara una vacante en las Usinas, cargo que había ganado por concurso.

El invierno en la Estación Buceo era terriblemente cruel.
Las manos congeladas no respondían y la forma de las bobinas que hacíamos se resentía.
Entrabamos a las 6 de la mañana y, en esas condiciones siberianas  cuando sonaba la campana de “la media hora”, a las 10 era imprescindible reponer energías para seguir.

Me iba a la fundición donde papá ya tenía el té humeante y un hornito mágico, casero -una lata de cuatro litros a la que se había colocado un estante longitudinal- se templaba sobre un calentador eléctrico. En minutos recibiría los marselleses con queso que se transformarían en una delicia inolvidable.

Fueron dos meses solamente, pero esa media hora en que papá y yo orbitábamos el hornito, su pan y su calor es el único recuerdo vívido que tengo de mi primer pasaje por “Buceo”.

2 comentarios:

Unknown dijo...

muy lindo! como me quedé con ganas de leer mas te encargo que sigas contando mas historias! besito

Lucia dijo...

Que bueno leer historias de estas, porque a razón de mi edad son las únicas memorias que puedo tener de él.