jueves, 20 de enero de 2011

Puno y el lago Titicaca – Hasta en Macondo escampó (I)

Llegamos a los 4.000 metros de Puno al amanecer, medio dormidos y muy cansados. Lloviznaba.
Cuando el taxi nos dejó en el Hostel –o algo que aspiraba a serlo algún día- se nos cayó el poco ánimo que nos quedaba.
Era una casa de familia, pobre y bizarramente desordenada, sin vocación para el hospedaje. Nos aprontaron una de sus habitaciones para que Lucía y Marina durmieran unas horas. Yo me las arreglé con una silla.
 
Todo conspiraba ya para hacer de Puno un lugar olvidable…

A las pocas horas, levantados ya, mirábamos a lo lejos el Titicaca, el lago navegable más alto del mundo.
Huimos de allí y a mediodía –bajo lluvia- llegamos a la Terminal de buses para comprar los pasajes hacia La Paz, en Bolivia. 

A la media hora, cuando salimos de la Terminal el sol encandilaba. Y quemaba profundo, una sensación nueva. Nos faltaban 4000 metros de atmósfera!

Envalentonados porque la estadía en Puno tenía las horas contadas arrancamos hacia la orilla del lago. El lago y el sol de montaña nos dejaron sin palabras, agua verde y trasparente, cielo añil y nubes blancas. 

La suerte empezaba a cambiar...

Nos embarcamos en una excursión a las Islas de Uros, una comunidad que vive en islas flotantes artificiales construidas con caña de totora.

A esa altura del día ya no quedaban vestigios del desánimo matinal y la jornada se transformó en una de las más recordadas del viaje...

1 comentario:

Lucia dijo...

El paisaje en el lago Titicaca sin duda de los que más recuerdo, sus islas de totóra, la amabilidad de los habitantes, entre otras cosas. Una gran experiencia